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Desacoplamiento improvisado

China ha experimentado un crecimiento asombroso de su economía doblando su renta per cápita cada cinco años. En 2020, China alcanza una población de 1.400 millones de personas, de las cuales casi la mitad viven en zonas urbanas y su crecimiento medio del PIB sigue siendo superior al 6% anual convirtiéndose en el mayor contribuyente al crecimiento de la economía mundial (MofCom, Pekín). Estos datos macroeconómicos avalan la gran potencialidad del gigante chino, país que ha pasado en las últimas décadas por un modelo de desarrollo bien planificado que empezó con el primer objetivo cumplido de ser la fábrica del mundo para continuar siendo el banco del mundo y que ahora se centra en una nueva etapa basada en innovación (inversión en investigación y desarrollo como prioridad así como atracción de transferencia de tecnología desde Europa o Estados Unidos).

Por otra parte desde 2012 el presidente chino, Xi Jinping, comparte el «sueño chino”, que implica el “gran ensalzamiento de la nación china” requiere una posición global e identidad para China. Las primeras versiones de lo que denominaron “One Belt One Road” (OBOR) incluían el «desarrollo común» y la «cooperación provechosa para ambas partes» para fomentar las relaciones entre el desarrollo de China y el de sus países vecinos. Pero estas ideas menos ambiciosas con el paso del tiempo fueron tomando forma: el presidente chino propuso un cinturón económico de la Ruta de la Seda en una visita a Kazajistán en septiembre de 2013 y una Ruta de la Seda marítima del siglo XXI en Indonesia el mes siguiente, simultáneamente con la propuesta de nuevas instituciones financieras que dotaran este proyecto de recursos (Asian Infrastructure Investment Bank (AIIB) y Silk Road Fund, que se crearon en 2014). Un año más tarde aprueban en Asamblea nacional la nueva ley de participación Público Privada, forma jurídica que ampara a la mayoría de proyectos de infraestructuras que se proponen en ese nuevo orden al que se refieren ya hoy como Belt Road initiative (BRI) y que adquiere un protagonismo internacional como ruta Eurasia en el contexto del Plan Juncker. Las críticas a esta iniciativa empiezan a aflorar en foros internacionales advirtiendo del nuevo orden mundial, el control geopolítico y el significado de Eurasia de alcance multilateral (Müller-Markus, 2016). En 2018 Xi Jinping se convierte en presidente vitalicio e inicia múltiples viajes a otros países para fortalecer alianzas, entre ellos visita España con quien nos unen relaciones diplomáticas bilaterales desde 1973, y realizaron mutuas declaraciones de su visión de la “Asociación Estratégica Integral en la nueva era”. Paralelamente en estos últimos dos años somos testigos de un contexto internacional convulso donde las tensiones entre Estados Unidos y China son constantes y donde no cesa el trasfondo de una Guerra comercial con treguas parciales que se alternan con ataques en diferentes frentes entre ambos países (en clara rivalidad tecnológica).

A principios de este año, un virus detectado en la ciudad de Wuhan atrae la completa atención de China en pocas semanas y con rapidez ,en los meses siguientes, la del resto del mundo.

El gobierno chino comparte información con instituciones internacionales como ONU o la OMS, siendo su prioridad la seguridad y salud de su población. Se muestran especialmente agradecidos ante las ayudas y apoyo de otros países a quienes sienten como amigos en esos momentos difíciles. Posteriormente cuando el virus demostró no distinguir entre fronteras y se extiende globalmente se volcaron en la cooperación internacional para luchar contra el, conscientes de que solo así se garantizará la salud también de su pueblo. China ofrece ayuda a otros países por motivos humanitarios, al margen de cualquier consideración ideológica o intereses geopolíticos. Y muestra su apoyo a que la OMS desempeñe su función de coordinador, actúe según criterios científicos y racionales, potencie la cooperación internacional y mejore la gobernanza sanitaria global. Pero también aprueban medidas como flexibilizar el acceso al mercado chino y aumentar importaciones e inversiones chinas en el exterior, para paliar los negativos efectos económicos y animan a fortalecer la coordinación de políticas macroeconómicas, estabilidad del mercado financiero internacional, así como el correcto funcionamiento de cadenas de producción y suministro dentro del marco del comercio multilateral de la OMC (Wu Haitao, Embajador de la República Popular China en España recién incorporado al cargo el pasado mes de abril).

Atendiendo a las previsiones del incremento del Producto Interior Bruto en 2020, comparado con los datos reales de crecimiento de PIB del año 2019 para los diferentes países, los valores son negativos para todos los países a excepción de China aunque todos los países presentan una caída considerable (The impact of coronavirus on the global economies, Euromonitor International. Abril, 2020).

Los países se ven azotados por la pandemia de una forma global, pero hasta el momento sus economías están sufriendo las consecuencias de manera desigual. Durante años las dos economías más grandes del Planeta (Estados Unidos como líder y China como segunda economía) seguían en una escalada imparable y se conocía que ese liderazgo podría cambiar pero sin ser capaces de predecir cuando. Parece ahora un posible buen momento para que China, menos afectada hasta el momento, asuma este liderazgo. China avalada por sus datos como potencia mundial muestra un comportamiento de líder y se esfuerzan como país en dar una implacable gestión de un problema que podría haber surgido en cualquier parte del mundo. Su rápida recuperación de la actividad productiva, mientras el resto de países se encuentran inmersos en una crisis sanitaria global sin precedentes en el último siglo, les sitúa además como proveedor necesario para garantizar las cadenas de suministro globales. Este hecho deja al descubierto el necesario replanteamiento del denominado “decoupling” respecto a esta economía.

Disponer de productos necesarios así como el control de costes en este entorno Covid-19 repercute en la competitividad de nuestra industria. Los departamentos de compras de repente se han convertido en el centro de la organización viéndose afectados por las dificultades de aprovisionamiento y siendo conscientes de que tendrán que afrontar cambios importantes en el corto plazo. Los proveedores actuales ya no se comportan igual, la demanda se ve afectada, los precios varían considerablemente y se producen variaciones sustanciales en normativas, políticas en otros países y nuevas exigencias en tramites de exportación/ importación que pueden comprometer todo el funcionamiento del departamento y la empresa en sí, situación que les obliga a adaptarse a gran velocidad y a buscar alternativas de suministro en nuevos mercados inexplorados. Esto describe una situación que no por cambiante y caótica debe perturbar la calma y templanza para el necesario análisis previo a la toma de decisiones. En definitiva todo lo que hacíamos hasta ahora parece no ser válido a corto plazo y debemos aceptar el cambio y pasar a la acción hacia esa “nueva normalidad” que nos permitirá recuperar la estabilidad de nuestro departamento de compras y conseguir que el engranaje entre departamentos de nuestra organización funcione asegurando la continuidad del negocio. Pero debemos distinguir entre la gestión de lo urgente y lo que van a ser cambios permanentes, China como fábrica del mundo es incambiable a medio plazo. El desacoplamiento, si se persigue, será solo para algunos productos estratégicos para los gobiernos o en un porcentaje reducido del resto de bienes. Pero resulta clave aprender, después de las experiencias vividas en las últimas semanas, que no es suficiente con decidir comprar en China sino que hay que saber hacerlo con éxito siendo ese know how de gran valor. Todas las empresas hemos pasado un difícil examen de nuestros planes de contingencia, en igual medida que los empleados por la necesaria adaptación al tele trabajo y nuevas tecnologías. Recopilar estas lecciones aprendidas y mejorar las competencias es crucial para el futuro.

Observar las tendencias que se quedan en China pese a la superación de la crisis puede ayudarnos. Sus ejes de competitividad pasan por conservar clusters de producción en todos los sectores esenciales a precios competitivos así como inversión en I+D como una prioridad nacional (desarrollo tecnológico propio capaz de liderar la generación de estándares 5G y atracción del know how ajeno acelerando inversiones en el exterior en este frente), su transición al “Designed in China” con el registro de patentes que le permiten ser promotor de innovación tecnológica propia y reducir su dependencia del extranjero, mejora de las competencias profesionales de sus ciudadanos perpetuando el teletrabajo y la educación online y aprovechando sus ventajas, su avance hacia la incorporación de máquinas en los trabajos esenciales y centros productivos en aras de una clara mejora donde resulta clave su aceleración en Inteligencia Artificial (IA), el Internet de las Cosas (IoT), la robótica y el cloud computing para generar nuevos modelos de negocio.

Las nuevas tecnologías son fundamentales y por primera vez China participa activamente en la construcción de la próxima generación de desarrollos que moverán la economía mundial. Los titanes chinos que ya lideran su mercado nacional pasarán a dominar el ecosistema tecnológico mundial tomando como referencia las necesidades y los gustos de los nativos digitales chinos. A esta nueva generación pertenecen los BAT (Baidu, Alibaba y Tencent), los Google, Amazon y Facebook de la versión china, que constituyen el universo de empresas tecnológicas que más destacan a nivel mundial (Parra Pérez, Águeda. La Ruta de la Seda Digital: la gran globalización china. Documento de Opinión IEEE 38/2020.).

Ante esta nueva normalidad donde podemos tomar a China como referencia, las empresas y países debemos hacer un ejercicio de reflexión. Necesitamos repensar nuestra identidad y posición global para ser capaces de elegir nuestro destino, en la medida de nuestras posibilidades. Repentinamente somos partícipes de un tablero global donde las reglas del juego se presentan inciertas, nos cuestionamos el funcionamiento de estrategias a largo plazo avaladas por gobiernos vitalicios o sistemas democráticos cambiantes a corto plazo, nos preguntamos a cerca de la globalización y todas las trabas al comercio global vencidas hasta la fecha guiadas por el libre mercado, los grandes avances en el desarrollo mundial logrado nos muestran su fragilidad y somos una constante duda entre la entrega o no sin condiciones a la cuarta revolución industrial. Pero en este contexto debemos elegir un camino firme, necesitamos consolidar nuestras relaciones comerciales y entendimiento de los líderes mundiales. Todavía hoy el principal problema al que se enfrentan las empresas europeas es el desconocimiento de las posibilidades y de las oportunidades reales en el mercado chino donde la innovación, el valor añadido y la sostenibilidad son los retos a los que se enfrenta el país y arrojan enormes oportunidades. Empresas y gobiernos necesitamos entender con urgencia esas oportunidades que existen, tener un plan de trabajo a largo plazo y donde garanticemos un buen marco económico para el desarrollo de nuestra sociedad en libertad. Es especialmente útil un plan sólido por parte de empresarios y líderes políticos donde nos contestemos si queremos ser tropa o meros “followers” o si tenemos ambición y sueños europeos en algún otro sentido. Es en esa responsabilidad común de gestionar bien las expectativas generadas en la etapa post covid donde nos jugamos nuestra capacidad de ilusionar a las nuevas generaciones, el recurso más valioso que tenemos para continuar creciendo.

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